Sin que sirva de precedente, escribo esta crónica en castellano para dar la bienvenida a una nueva lectora que, seguramente, hará un estricto seguimiento de las andaduras de este grupo (i de pas si clica a la publicitat tindrem un bon grapat d’ingressos addicionals, que som catalans).
La verdad que salir este domingo era un hito difícil de cumplir, mi pareja cumplía años (la segunda cifra es un 0, “no hace falta desir nada más”).
Entre mis hijos y yo ideamos un plan perfecto para que no pusiese ninguna objeción si me veía con el maillot de ciclismo.
La organización perfecta, el fin de semana era una concatenación de acontecimientos que no dejaban de sorprenderla. Tanto que, cuando le dije que saldría hacer una salidita, no se pudo negar.
Ahora bien, me había olvidado de comunicarlo al grupo, craso error, mi llamada desesperada el sábado a horas intempestivas solo fue contestada por el David, que estaba concentrado por el gran reto que se había propuesto: La Catllaràs.
¿Y ahora qué? Sin compañía tengo prohibidísimo hacer salidas moderadas. Esperaba que Sebas, Efren, Fulgui, alguien respondiese a mi plegaria, pero no. Me fui a dormir evaluando la posibilidad de desistir en la salida, tanta dedicación para nada…
No había puesto el despertador, pero a las 7:00 la sutil voz del Paco que salía con Dani, Alessandra, Cristóbal, Manolo y el Club Cicles, despertó a todo el bloque de vecinos.
Ya puestos decidí hacer la ruta fácil: Un can Maçana. Ya sabía que las onduladas tocaban a pie si no quería superar las 140.
Me sorprendió ver, al salir de casa, que el asfalto estaba mojado, había caído una ligera lluvia que había refrescado el ambiente.
El primer aviso lo tenía en Can Roca (143) y eso que solo era un repecho de nada. En ese preciso instante, se daba la salida de La Catllarás, David, que se había entretenido hablando con el pibón rubio de la organización, estaba muy rezagado y, de nuevo, empezaba a chispear.
El grupo de carretera, que justo empezaba el descenso del coll del Bruc hacia Igualada, maldecía el tiempo, no por la peligrosidad del pavimento, sino porque de todos es conocido que la butifarra a la brasa, con lluvia, no alcanza el punto de cocción óptimo que todo ciclista espera poder desayunar.
La lluvia me alcanzaba justo delante de casa de Bob, donde un grupo de tres runners que acababan de aparcar el coche, desistían de su excursión y decidieron ir directamente al bar. En una centésima de segundo estuve tentado de dar media vuelta, pero ya me conocéis.
David avanzaba a buen ritmo, su 29 se conoce cada piedra de las pistas del macizo y esperaba con anhelo la llegada de los senderos.
El grupo de carretera iniciaba el ascenso a La Panadella, si el descenso había sido conservador, ahora tenían que poner toda la carne en el asador (que era precisamente lo mismo que hacían en el restaurante).
En dos puntos más me puse a 143, llegaba a las onduladas y no quise tentar a la suerte, después de la primera rampa pie a tierra y a caminar. Esta vez sin remordimientos.
Las raíces mojadas provocaban las caídas continuas de todos los participantes de La Catllaràs, ¿Todos? No, un rider de Esparreguera sorprendía a propios y extraños, su técnica depurada le confería la tracción perfecta a la KTM incluso en las peores condiciones.
Mientras que los compañeros de la flaca se deleitaban con los manjares de la brasa yo me contentaba con cuatro frutos secos.
La organización se sorprendía al ver llegar detrás de los tres VIP que habían salido desde una posición privilegiada a un conocido (sobre todo por el pibón rubio), que en ediciones anteriores había realizado una participación poco más que discreta.
Si, David llegó en cuarta posición, el entrenamiento de salidas rápidas ha dado su fruto y se rumorea que se está planteando realizar La Nocturna sin roadbook (Kilian, a este no lo pillas).
Bueno, esto es lo que ha dado de si el fin de semana, es posible que algún dato de los descritos no sea del todo correcto, pero si queréis saberlo con certeza, deberéis acompañarnos en las futuras salidas.
PD: Surt algú aquest cap de setmana?
